Ayer en
la mañana tuvimos la Eucaristía en casa y nos acompañaron algunos jóvenes de la
Pastoral Universitaria, con los que compartimos la experiencia de la JMJ, y el
sacerdote partió la homilía preguntándonos ¿Qué han visto y oído en la Jornada
de Rio? Fue entonces cuando surgió en mí el deseo de compartir mi experiencia
en esta JMJ…y que decir de nuestros rostros, que al recordar lo vivido solo
expresaban alegría, gozo y emoción por cada uno de los encuentros que tuvimos
como peregrinos, primero en el Encuentro latinoamericano de Pastorales
Universitarias (ELPU), después el Congreso Mundial de Universidades Católicas
(CMUC) en Belo Horizonte, y luego la JMJ en Rio. Mientras compartíamos iban
resonando en mí las palabras del Papa Francisco como un signo de
esperanza ante un mundo que nos propone todo lo contrario.
Así comencé a recorazonar (recordar con el corazón) el ambiente de
comunión y fraternidad que experimentamos ante la realidad latinoamericana de
Pastoral universitaria…todos tan distintos, contextos sociales, culturales y
políticos diversos, y sin embargo nos sentimos tan cercanos, pues coincidíamos
en las mismas inquietudes, dificultades, descubrimos también puntos en común, como
el desafío de “salir al encuentro” de nuestros hermanos anunciando que Jesús es
el Señor de nuestras vidas, es lo único necesario, ya que Él camina a nuestro
lado, Él es nuestra esperanza!
Todo nos hablaba de Dios, era como contemplar a Dios en todo y en
todo le veíamos a Él…
"Eran tantos los que iban y venían" (Mc 6,31b)
Fuimos muchos los que, como los apóstoles, deseábamos compartir lo
que llevábamos en el corazón tras la experiencia de una pastoral universitaria
que desea comprometerse viviendo en medio del mundo cristianamente, al estilo
de Jesús. Descubrir que no éramos los únicos locos por Cristo fue
extraordinario, eso, precisamente, nos dispuso a compartir, escuchar y escucharnos;
a abrir nuestros sentidos ante la novedad del Espíritu, manifestado en variadas
ponencias, testimonios, debates en grupo y la reflexión que en tantas ocasiones
fue extensa…tratando siempre de buscar caminos de dialogo, comunión y sacando
el máximo provecho ante tanto bien recibido.
Al concluir el CMUC sentíamos el gozo de saber que no estábamos
solos, éramos muchos los que deseábamos anunciar la alegría de sabernos amados
por Jesús…el corazón se nos había llenado de encuentros, palabras, imágenes ,
sonrisas, rostros, sonidos y colores…de tantos jóvenes universitarios,
académicos, etc., que iban y venían, buscadores como nosotros de la verdad…y la
encontramos! Porque Jesús nos salió al encuentro primero y nos dejamos
sorprender.
“Y salieron por tierra de todos los pueblos” (Mc 6,33)
Continuamos nuestra peregrinación de Belo Horizonte hacia
Rio…camino un tanto largo y difícil, que nos movió a practicar la paciencia y
el deseo de encontrarnos con aquellos que se unirían al grupo en la capital. En
el camino íbamos sintiendo la alegría de la Jornada al encontrarnos en
cada lugar de paso a diferentes delegaciones, países…ya disfrutábamos de la
diversidad de culturas, sus colores, sus cantos…
Nos recibieron como peregrinos en la Parroquia La Inmaculada
Concepción en el barrio Recreio Dos Bandeirantes, allí nos encontramos
como grupo con los jóvenes de la Pastoral Universitaria que viajaron para la
JMJ desde Rosario. En este lugar nos sentíamos como en casa, fue nuestro punto
de encuentro, lugar donde cada mañana se celebraba la vida con cantos y
dinámicas; también lugar de las catequesis presididas por distintos Obispos
latinoamericanos, quienes nos invitaban a valorar nuestra consagración al Señor
desde el Bautismo y tomar la vida, nuestra vida como don para los demás para
dar fruto allí donde sea necesario, allí donde haga falta.
Que decir de las familias que nos acogieron! Fueron nuestras
verdaderas familias durante una semana, abrieron no solo las puertas de sus
hogares, sino que también la de sus corazones compartiendo con nosotros sus
penas y alegrías.
Como decía antes, cada mañana muy temprano, nos encontrábamos en
la Parroquia; allí se repartía el desayuno, momento para compartir como
comunidad, para conocer a jóvenes de otras delegaciones y disfrutar de tantos
gestos de comunión que como Iglesia se podían experimentar. ¡Nos hizo tanto
bien! Nos sentíamos de la misma familia, hermanos hablando un mismo idioma…el
idioma del amor! Paralelamente a estas actividades, se nos brindaba la
oportunidad de alabar y bendecir a Nuestro Señor presente en el Santísimo
sacramento y además la posibilidad de recibir el sacramento de la
reconciliación…que paz se sentía al compartir la experiencia del perdón y la
invitación a llevar este don a los demás, que no es otra cosa que darnos sin
medida, amorosamente, por Aquel que lo da todo por nosotros…
Algunas tardes participamos de las mismas actividades: misa de
apertura, vía crucis, vigilia, etc, momentos fuertes de comunión, de
experimentar la complementariedad, no solo entre el grupo, sino que además
entre tanta diversidad de carismas dentro de nuestra querida Madre Iglesia.
Vivimos la experiencia a ratos entre tropiezos y tensiones, de ir descubriendo
que cada uno puede y es don para los demás (y en esto debemos seguir creciendo),
que gozo sentirnos hermanos e invitados por pura gracia del Señor a ser
discípulos misioneros…
En cada actividad a la que fuimos convocados, nos
impresionaba la multitud de peregrinos; no nos daba la vista para recorrer tal
cantidad de gente venida de lugares tan diversos del mundo, que venían para
encontrarse con el mensajero de la paz, nuestro querido pastor y profeta, el
Papa Francisco. Que alegría ver tantas personas que, como nosotros, quería
conocer y escuchar a su Santidad.
“Vio todo ese pueblo y sintió compasión de ellos…y se puso a
enseñarles largamente” (Mc 6,34)
El Papa Francisco nos sorprendió con su cercanía y sencillez. Su
rostro transfigurado por el Amor nos hacía sentir muy cerca de Dios y de la
Iglesia; sus palabras y sus gestos nos recordaban la forma como Jesús se
acercaba a los pobres y pequeños; nos sentíamos como ellos necesitados de su
presencia, de su mirada, de su Palabra que colmara de sentido nuestra vida…y
sentíamos que se volvía a llenar de ilusión y esperanza nuestro corazón.
Sintió compasión de nosotros para animarnos a ser compasivos y
misericordiosos con nuestros hermanos, para llevar la Palabra a todos los
ambientes…para ser protagonistas de la historia y no cómodamente espectadores
de la vida que pasa!
Hoy somos nosotros los responsables de anunciar la Buena Noticia
de Jesús a todas las naciones. (Mc 16,15) Su Santidad levantó
nuestro espíritu y nos mostró muchos signos de esperanza, principalmente uno:
que Dios no nos abandona, nos ama desde siempre y que debemos confiar
totalmente en El, esto es lo único necesario.
Ahora cada uno debe ir haciendo su propio proceso para sacar el
máximo provecho de esta experiencia, ahora Cristo nos pide creer en su nombre y
anunciarle en todas nuestras actividades especialmente con la vida; ser signos
creíbles de su amor en medio del mundo, siendo fermento que transforme la
historia…
Pame Gatica
Catequista Sopeña
Rosario-Argentina.