“Lo que hemos visto y oído” (Mc 6,30)…en la JMJ Rio 2013.

Ayer en la mañana tuvimos la Eucaristía en casa y nos acompañaron algunos jóvenes de la Pastoral Universitaria, con los que compartimos la experiencia de la JMJ, y el sacerdote partió la homilía preguntándonos ¿Qué han visto y oído en la Jornada de Rio? Fue entonces cuando surgió en mí el deseo de compartir mi experiencia en esta JMJ…y que decir de nuestros rostros, que al recordar lo vivido solo expresaban alegría, gozo y emoción por cada uno de los encuentros que tuvimos como peregrinos, primero en el Encuentro latinoamericano de Pastorales Universitarias (ELPU), después el Congreso Mundial de Universidades Católicas (CMUC) en Belo Horizonte, y luego la JMJ en Rio. Mientras compartíamos iban resonando en mí las palabras del Papa Francisco  como un signo de esperanza ante un mundo que nos propone todo lo contrario.
Así comencé a recorazonar (recordar con el corazón) el ambiente de comunión y fraternidad que experimentamos ante la realidad latinoamericana de Pastoral universitaria…todos tan distintos, contextos sociales, culturales y políticos diversos, y sin embargo nos sentimos tan cercanos, pues coincidíamos en las mismas inquietudes, dificultades, descubrimos también puntos en común, como el desafío de “salir al encuentro” de nuestros hermanos anunciando que Jesús es el Señor de nuestras vidas, es lo único necesario, ya que Él camina a nuestro lado, Él es nuestra esperanza!
Todo nos hablaba de Dios, era como contemplar a Dios en todo y en todo le veíamos a Él…

"Eran tantos los que iban y venían" (Mc 6,31b)  

Fuimos muchos los que, como los apóstoles, deseábamos compartir lo que llevábamos en el corazón tras la experiencia de una pastoral universitaria que desea comprometerse viviendo en medio del mundo cristianamente, al estilo de Jesús. Descubrir que no éramos los únicos locos por Cristo fue extraordinario, eso, precisamente, nos dispuso a compartir, escuchar y escucharnos; a abrir nuestros sentidos ante la novedad del Espíritu, manifestado en variadas ponencias, testimonios, debates en grupo y la reflexión que en tantas ocasiones fue extensa…tratando siempre de buscar caminos de dialogo, comunión y sacando el máximo provecho ante tanto bien recibido.
Al concluir el CMUC sentíamos el gozo de saber que no estábamos solos, éramos muchos los que deseábamos anunciar la alegría de sabernos amados por Jesús…el corazón se nos había llenado de encuentros, palabras, imágenes , sonrisas, rostros, sonidos y colores…de tantos jóvenes universitarios, académicos, etc., que iban y venían, buscadores como nosotros de la verdad…y la encontramos! Porque Jesús nos salió al encuentro primero y nos dejamos sorprender.

“Y salieron por tierra de todos los pueblos” (Mc 6,33)

Continuamos nuestra peregrinación de Belo Horizonte hacia Rio…camino un tanto largo y difícil, que nos movió a practicar la paciencia y el deseo de encontrarnos con aquellos que se unirían al grupo en la capital. En el camino íbamos sintiendo la alegría de la Jornada al encontrarnos  en cada lugar de paso a diferentes delegaciones, países…ya disfrutábamos de la diversidad de culturas, sus colores, sus cantos…
Nos recibieron como peregrinos en la Parroquia La Inmaculada Concepción en el barrio  Recreio Dos Bandeirantes, allí nos encontramos como grupo con los jóvenes de la Pastoral Universitaria que viajaron para la JMJ desde Rosario. En este lugar nos sentíamos como en casa, fue nuestro punto de encuentro, lugar donde cada mañana se celebraba la vida con cantos y dinámicas; también lugar de las catequesis presididas por distintos Obispos latinoamericanos, quienes nos invitaban a valorar nuestra consagración al Señor desde el Bautismo y tomar la vida, nuestra vida como don para los demás para dar fruto allí donde sea necesario, allí donde haga falta.
Que decir de las familias que nos acogieron! Fueron nuestras verdaderas familias durante una semana, abrieron no solo las puertas de sus hogares, sino que también la de sus corazones compartiendo con nosotros sus penas y alegrías.
Como decía antes, cada mañana muy temprano, nos encontrábamos en la  Parroquia; allí se repartía el desayuno, momento para compartir como comunidad, para conocer a jóvenes de otras delegaciones y disfrutar de tantos gestos de comunión que como Iglesia se podían experimentar. ¡Nos hizo tanto bien! Nos sentíamos de la misma familia, hermanos hablando un mismo idioma…el idioma del amor! Paralelamente a estas actividades, se nos brindaba la oportunidad de alabar y bendecir a Nuestro Señor  presente en el Santísimo sacramento y además la posibilidad de recibir el sacramento de la reconciliación…que paz se sentía al compartir la experiencia del perdón y la invitación a llevar este don a los demás, que no es otra cosa que darnos sin medida, amorosamente, por Aquel que lo da todo por nosotros…
Algunas tardes participamos de las mismas actividades: misa de apertura, vía crucis, vigilia, etc, momentos fuertes de comunión, de experimentar la complementariedad, no solo entre el grupo, sino que además entre tanta diversidad de carismas dentro de nuestra querida Madre Iglesia. Vivimos la experiencia a ratos entre tropiezos y tensiones, de ir descubriendo que cada uno puede y es don para los demás (y en esto debemos seguir creciendo), que gozo sentirnos hermanos e invitados por pura gracia del Señor a ser discípulos misioneros…
En cada actividad a la que fuimos convocados,  nos impresionaba la multitud de peregrinos; no nos daba la vista para recorrer tal cantidad de gente venida de lugares tan diversos del mundo, que venían para encontrarse con el mensajero de la paz, nuestro querido pastor y profeta, el Papa Francisco. Que alegría ver tantas personas que, como nosotros, quería conocer y escuchar a su Santidad.

“Vio todo ese pueblo y sintió compasión de ellos…y se puso a enseñarles largamente” (Mc 6,34)

El Papa Francisco nos sorprendió con su cercanía y sencillez. Su rostro transfigurado por el Amor nos hacía sentir muy cerca de Dios y de la Iglesia; sus palabras y sus gestos nos recordaban la forma como Jesús se acercaba a los pobres y pequeños; nos sentíamos como ellos necesitados de su presencia, de su mirada, de su Palabra que colmara de sentido nuestra vida…y sentíamos que se volvía a llenar de ilusión y esperanza nuestro corazón.
Sintió compasión de nosotros para animarnos a ser compasivos y misericordiosos con nuestros hermanos, para llevar la Palabra a todos los ambientes…para ser protagonistas de la historia y no cómodamente espectadores de la vida que pasa!
Hoy somos nosotros los responsables de anunciar la Buena Noticia de Jesús   a todas las naciones. (Mc 16,15)  Su Santidad levantó nuestro espíritu y nos mostró muchos signos de esperanza, principalmente uno: que Dios no nos abandona, nos ama desde siempre y que debemos confiar totalmente en El, esto es lo único necesario.
Ahora cada uno debe ir haciendo su propio proceso para sacar el máximo provecho de esta experiencia, ahora Cristo nos pide creer en su nombre y anunciarle en todas nuestras actividades especialmente con la vida; ser signos creíbles de su amor en medio del mundo, siendo fermento que transforme la historia…

Pame Gatica
Catequista Sopeña

Rosario-Argentina.